Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

miércoles, 30 de marzo de 2011

RENÉ GUÉNON Y EL SHEIJ SALÂMA RÂDÎ (y III), por Muhammad Hassan Chadli

El sheij 'Abd al-Wahid Yahia (René Guénon) y el sheij Salama Hasan ar-Radi

Será en otra ocasión cuando abordaremos en detalle la vía del Sheij Salâma y, sobre todo, estudiaremos su función y expondremos de manera detallada y profunda la doctrina que ha enseñado. Terminaremos ahora estas notas biográficas y las que conciernen a la organización de su tarîqa relatando dos episodios relacionados conjuntamente con el Sheij Salâma y el Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ.
En la parte de su libro referida a “los milagros del santo” (130), M. Gilsenan habla de una categoría de milagros (karâmât) que se reproducen periódicamente: se trata de aquella relativa al socorro dado en caso de desamparo (najda), o a la protección y la asistencia del Sheij hacia un hermano de su comunidad. Los miembros de la tarîqa se limitan a considerar estos hechos como “sobrepasando la inteligencia”, “situados más allá de la comprensión de la razón” (fawq al-‘aql), o “sobrepasando la naturaleza humana” (fawq al-bashariyya). Consideraremos dos ejemplos dados en la obra, relatados por los discípulos del Sheij, y posteriormente describiremos otro que hemos oído nosotros mismos.

En un pueblecito del campo egipcio, un hombre fue apartado, con un gesto vivo y enérgico, del paso de un tren que no había visto dirigirse hacia él. Otro cayó de uno de los puentes que franquean el Nilo, en El Cairo. Enseguida fue sacado del agua vigorosamente, y la voz del Sheij le dijo entonces: “¡deberás poner más atención la próxima vez!”.

Ahora, se trata de René Guénon. Estaba paseando en solitario por un bosque próximo a Blois, como muy tarde al final de sus estudios secundarios. Empezaba a caer la lluvia, y fue en este momento cuando se deslizó en un agujero profundo del cual no podía salir. La lluvia aumentaba, volviendo resbaladizas las paredes, y la salida imposible. Además, la oscuridad se iba acentuando con la llegada del crepúsculo. Las probables llamadas de auxilio se perdían irremediablemente. Es entonces cuando surgió una mano que le agarró firmemente, y repentinamente levantado se vio sacado fuera del agujero. En el momento de reencontrarse sus espíritus, el desconocido había desaparecido. Años más tarde, a la edad de más de cuarenta años, el Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ se encontraba en El Cairo. Pronto, encontrándose por primera vez con el Sheij Salâma Râdî, sería presa de temblores y, en un estado de “trance”, exclamó: “¡Hâdhihi! ¡Hâdhihi! ¡Es ella! ¡Es ella!”, reconociendo probablemente la mano (131) que le había ayudado en su juventud (132).

En cada ocasión, para los tres casos mencionados, se trata de la misma “mano caritativa y salvadora” del Sheij Salâma la que interviene. Los fuqarâ’ que pertenecen a la tarîqa Hâmidiyya interpretan este género de intercesión inscribiéndolo en el marco de determinados aspectos de la función del Sheij, en tanto que miembro de la jerarquía esotérica que gobierna el mundo (tasarruf). El Polo de la época (Qutb az-zaman), que está a la cabeza, es también uno de los títulos funcionales reconocidos al Sheij Salâma. Por otra parte, Michel Vâlsan ha proporcionado una explicación que permite comprender este tipo de intervención de las autoridades del Sufismo con respecto a alguien que, como el joven René Guénon, no pertenecía aún “formalmente” al Islam. Enseñaba “que en el esoterismo islámico, y según su propia ‘perspectiva’, está dicho que el Qutb concede su providencial auxilio no solamente a los Musulmanes, sino incluso a los Cristianos y a los Judíos, y esto cabe ponerlo, quizás, de todos modos, en relación con el papel general de la tradición islámica como intermediaria entre Oriente y Occidente, en la última fase del ciclo tradicional, aunque sea, incluso podríamos decir en cierto sentido por el mismo hecho de que es, la más reciente de las formas tradicionales actuales, lo que le asegura una mayor vitalidad con respecto a tradiciones más antiguas” (133). 

Este excepcional acontecimiento es el “apoyo” directo más antiguo comprobado de un representante de las “fuerzas saludables de Oriente” (134) hacia aquel sobre quien “las funciones doctrinales y espirituales del Oriente tradicional se concentraron en cierto modo para una expresión suprema” (135). Merece ser destacado que esto se haya operado por intermediación de las fuerzas espirituales del Islam. Se integra en la génesis de la función de René Guénon, y debe ponerse también en relación con el “carácter sagrado y no individual” que ha caracterizado, de una manera más universal, dicha función. Aporta una nueva luz sobre aquel que debía cumplirla, y que “fue verdaderamente preparado de lejos y a conciencia, y no improvisadamente. Las matrices de la Sabiduría habían predispuesto y formado su entidad según unas precisas directrices, y su carrera se cumplió en el tiempo por una correlación constante entre sus posibilidades y las condiciones cíclicas exteriores” (136).

Para finalizar, y ligado con este milagroso acontecimiento, vamos a describir otro importante hecho, al parecer poco o incluso nada conocido a pesar de mencionarse en la introducción de una obra en lengua árabe, publicada hace cuarenta años y consagrada al Sheij Abû-l-Hasan ash-Shâdhilî (137): se trata del pacto iniciático (‘ahd) que el Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ tomó de manos (‘alâ yad) del Sheij Salâma Hasan ar-Râdi.

Hasta ahora sabíamos que “René Guénon recibió su iniciación islámica a través de un maestro que a su vez se había enriquecido de la intelectualidad y del espíritu universal del Sheij al-Akbar: se trataba del Sheij egipcio Elîsh el-Kebîr” (138). La mención expresa de un segundo pacto, siempre en el seno de la Shâdhiliyya, pero esta vez sin intermediarios (puesto que fue ‘Abdu-l-Hâdî (Aguéli) quien le transmitió la vinculación del Sheij Elîsh), parece que tendría que suscitar, sin embargo, algún interés por parte de los “guénonianos” arabizantes. Por otro lado, es asombroso que un orientalista como Thierry Zarcone, que se refiere en varias notas de su artículo ya citado al libro de ‘Abd al-Halîm Mahmûd, no haya recordado lo que precisa al principio de su obra respecto a este pacto iniciático. Por el contrario, escribe que “nada indica que él [Guénon] se convirtiera en discípulo de este último [el Sheij Salâma]” (139). La expresión “él se convirtiera en discípulo de este último” no es, por otra parte, la más adecuada en esta ocasión: sólo el pacto hecho li-l-irâda confiere la cualidad de discípulo (murîd), y compromete al que lo realiza a una obediencia total hacia el Sheij, cosa que lo distingue del pacto hecho li-t-tabarruk que permite “participar de las gracias y de la protección cuyos garantes son la santidad del fundador y de sus sucesores” (140). Thierry Zarcone señala finalmente, esta vez a propósito de la tarîqa Hâmidiyya, que según el R.P. Ernst Bannerth, “no es sorprendente que René Guénon [...] llegase a ser miembro de esta cofradía” (141).

Volvamos a lo que afirmaba ‘Abd al-Halîm Mahmûd, futuro rector de El-Azhar (142), al principio de su estudio, a propósito del Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ. “Está entre los que tomaron el pacto iniciático shâdhilita (al-‘ahd ash-sh^dhilî). Lo tomó de la mano (‘alâ yad) del conocedor por Allâh (al-‘ârif bi-Llâh) (143), el llorado Sheij Salâma ar-Râdî. Entre los discípulos del Sheij Salâma ar-Râdî (¡sea sobre él la Satisfacción de Allâh!), los ancianos aún recuerdan a este “Sheij” europeo, con vestimentas (jubba) (144) verdes y turbante blanco, de talla elegante, más bien delgado (145). Ellos aún rememoran su rostro resplandeciente de luz (wajh al-mushriq bi-n-nûr) y de expresión angélica (samt al-malâ’ikî), su caminar digno y pausado, su manera de sentarse ante el Sheij con humildad y cuidado, buscando cortésmente la manera de imponer silencio a quien hubiera formulado preguntas, de forma que el Sheij pudiera proseguir sin interrupción su conversación (doctrinal), sin limitarse a las precisiones inherentes a las preguntas planteadas y reducidas al nivel de (simples) concepciones humanas. Era un Shâdhilî de Occidente” (146).

El pacto iniciático está descrito en el Qânûn (artículo 328) en referencia a dos episodios de la vida del Profeta: uno es de orden general y fraternal, y el otro es más directamente de orden iniciático. Su descripción empieza así: “Es un compromiso que concierne a los vínculos tradicionales, semejante al que fue contraído con los Ansâr (¡que Allâh esté satisfecho de ellos!)”. Una vez instalado en Medina en 622, el Profeta dio a los habitantes de esta ciudad el título de Ansâr, Auxiliares, y a los que le habían acompañado durante la Hégira, el de Muhâjirûn, Emigrantes. Con el fin de estrechar los lazos entre los miembros de ambos grupos, instituyó un pacto de fraternidad: cada Auxiliar se convirtió, a partir de ese momento, en hermano de un Emigrante, y viceversa. Además, cada miembro de la familia del Enviado tomó como hermano a otro miembro de esta misma familia, conforme al Profeta que había tomado a ‘Alî bajo su protección declarando: “¡he aquí a mi hermano!”. El hecho de unir la toma de protección a una fórmula que sella el pacto, este gesto a una palabra, lo volvemos a encontrar seis años más tarde, en Hudaybiya, durante el pacto de fidelidad contraído entre el Profeta y sus acompañantes: “Allâh está ciertamente muy satisfecho de los creyentes (al-mu’minîn) cuando éstos han hecho el pacto contigo (yubâyi’ûnaka) bajo el árbol” (Corán, 48,18). Además, el Profeta levantó su mano izquierda, simbolizando la de Uthmân que estaba ausente, la puso en su mano derecha, y pronunció el juramento. Mencionando de esta manera a los Ansâr, en el preámbulo del artículo, el Sheij Salâma “priorizó”, pues, en cierta manera, el pacto fraternal al pacto de fidelidad, incluso si este último no está excluido, puesto que será mencionado durante el compromiso “de absoluta sumisión al Sheij”.

Tras esta referencia, empieza la descripción del pacto. Siendo más bien inusual (147) la descripción detallada de un acto semejante, y presentando también un interés documental con relación a René Guénon, que frecuentó la tarîqa Hâmidiyya, la reproducimos aquí íntegramente.    


El pacto iniciático (al-‘ahd).

Su forma es la siguiente: el Sheij ordena al aspirante (murîd) que solicita realizar el pacto, el cumplimiento de las abluciones rituales. Después el Sheij se sienta tal como lo hace en la oración [pero dando la espalda a la qibla, la orientación ritual]. Da la orden al aspirante para que haga lo mismo, de forma que sus rodillas toquen las del Sheij. Seguidamente, establece un vínculo con él, poniendo el Sheij su mano sobre la mano derecha del aspirante. Él mira entonces a sus ojos, repitiendo lo que el Sheij pronuncia, tal como está consignado en el texto [siguiente].

El pacto se realiza en dos partes: una concierne a la transmisión de la influencia espiritual (baraka), que es posible recibir más de una vez; y la otra es propia de la vía iniciática, que no se puede tomar de nuevo de otro Sheij. El Sheij que otorga esta última debe poseer numerosas cualidades. Debe ser uno de los que poseen un conocimiento iniciático de Allâh. Cualquiera que se asocie con él, y después le abandone por otro, se parece a aquel a quien le divierte la farsa. Estamos de acuerdo sobre el hecho que los Maestros apartan sus corazones de un individuo semejante. Aquel que actúa así está, verdaderamente, alejado de la Mirada de Allâh. Tomamos refugio en Allâh contra el destierro y toda carencia. Y al que respeta los derechos de su Sheij, en una relación legítimamente fundada, Allâh le abre el ojo de su inteligencia, y le bendice.

El principio del Sufismo consiste en la curación de los corazones, y el Sheij es el médico de las almas y los corazones. La relación entre un aspirante y un pseudo-Sheij, fuera de todo vínculo auténticamente legítimo, es comparable al enfermo que visita a alguien que no es médico; y el que no es médico perjudica al paciente (148). En cada uno, todas las cosas están comprendidas en su manera de vivir y en sus estados. Por eso, ¿por qué actuar así [estar con un falso instructor espiritual], mientras que aparece el alba de la verdad y la revelación se desvela? Estar con un Sheij semejante es el mayor de los daños y el peor de los peligros (149). Allâh nos ha concedido Su Ayuda para dirigirnos en la vía de Su bienamado, conservando el Libro de Allâh y la Sunna de Su Profeta. ¡Alabanzas a Allâh, cuya Gracia te permita cumplir las acciones virtuosas!

[A partir de este momento, el aspirante repite lo que el Sheij dice.]

Pido perdón a Allâh, el Altísimo. No hay otro Dios, el Viviente, la Protección universal, me vuelvo arrepintiéndome hacia El. Me arrepentí cerca de Allâh, y regresé hacia Allâh. Lamento lo que he hecho, y he tomado la resolución de no cometer jamás nuevos pecados. Lo digo con mi lengua, con intensa fe en mi corazón, y declaro que no hay otra divinidad salvo Allâh, y que Muhammad (Mahoma) es el Enviado de Allâh.
Tengo fe en Allâh, en Sus ángeles, en Sus libros, en Sus profetas y en el último día. Y para toda cosa positiva o negativa, me entrego a la vía de las gentes de la Tradición profética (Sunna) y del consenso (ijmâ’), en función del propósito de Allâh y del uso de Su Profeta.
¡Oh Allâh! En verdad declaro ante Ti y Tus ángeles, ante los portadores de Tu trono, Tus profetas y Tus mensajeros, ante lo que es suficiente para Tu creación, y Tú eres el mejor de los testigos, que he tomado, admitido y aceptado a este hermano aquí presente como hermano ante Allâh y como guía hacia El, en el camino y la vía [iniciática] de nuestro señor (sayyidunâ) ‘Alî ibn ‘Abdullâh Abû-l-Hasan ash-Shâdhilî y de nuestro señor Salâma ibn Hasan ar-Râdî, ¡que Allâh esté satisfecho de ellos!
En verdad, he hecho una alianza con Allâh, me comprometo ante Allâh, me entrego a Allâh y Lo tomo como testigo de que he aceptado por mi propia voluntad una absoluta sumisión a este Sheij, y que no me opondré jamás a él ni en mi corazón, ni en mis actos, ni por la lengua. He hecho este pacto solemne entre Allâh y yo como un pacto conforme a la ley, verídico, sincero, decidido, total y absoluto, tanto exterior como interiormente, mientras viva y en función de la intención de mi Sheij. Rendiré cuentas en este mundo y en el otro, y soy responsable ante Allâh. Si me opongo a mi Sheij, reniego de él, me levanto contra él, o lo abandono por otro, seré de esta manera un traidor, desleal y perjuro habida cuenta de los compromisos formales hacia Allâh y hacia Sus promesas, y me refugio en Allâh contra esto. Esperamos permanecer fieles a lo que hemos prestado juramento y a lo que nos hemos comprometido ante Allâh. Allâh es el Garante de todo lo que hemos dicho.

[Después, el Sheij pronuncia en voz baja, pero permaneciendo siempre audible:]

¡Oh Allâh! En verdad soy sumiso a Allâh. Admito a este hermano aquí presente y lo tomo como un hermano en Allâh; he aceptado a todo el que ha recibido esta instrucción que es nuestra, habiendo venido a nosotros, unido o no a nosotros. A partir de ahora, como cada uno de nosotros, es miembro de la vía shâdhilita; nos convertimos en sus hijos [se trata del Sheij Abû-l-Hasan ash-Shâdhilî], y hemos entrado en su círculo, bajo su protección. ¡Oh Allâh! ¡No nos dejes sin Tu Presencia, y no nos apartes de Ti! ¡Alabanzas a Allâh por todas las cosas!
Mis hermanos, sabed que el Profeta (¡que Allâh le bendiga y le proteja!) enseñó el dhikr al Imâm (150) ‘Alî, y es por esta bendita cadena iniciática que ha llegado hasta nosotros, [cadena] empezando por Allâh (¡que El sea exaltado!), [y continuando] por Sus ángeles cercanos, por el señor del conjunto de los hombres, que Allâh le bendiga, así como su familia, todos sus compañeros y aquellos que le siguen, y quienquiera que siga a estos sucesores en la excelencia hasta el día del Juicio. Después ha sido transmitido a nuestros Maestros, hasta llegar hasta nosotros y, finalmente, a ti. Por eso repite tres veces: Lâ ilâha illâ Allâh, “Ninguna divinidad salvo Allâh”. La cadena de la enseñanza iniciática te ha sido transmitida.

El Altísimo ha dicho: Respetad (awfû) el pacto de Allâh (‘ahdi-Llâhi) (151), cuando hayáis hecho el pacto, y no rompáis los juramentos tras haberlos contraído y haber tomado a Allâh como testigo (kafîlan) vuestro (Corán, 16, 91). Allâh el Más Grande ha hablado en verdad. El Altísimo ha dicho también: Verdaderamente, los que han hecho el pacto contigo (yubâyi’ûnaka) (152) no han hecho el pacto más que con Allâh (yubâyi’ûna-Llâha); la Mano de Allâh (Yadu-Llâhi) está sobre sus manos. Quienquiera que rompa el pacto, no lo rompe más que en su propio detrimento. Y quien respete (awfâ) lo que ha pactado con Allâh (‘âhda ‘alayhu-Llâha), entonces El le concederá una inmensa recompensa (âjran ‘azhîman) (Corán, 48,10) (153). Allâh el Más Grande ha hablado en verdad.

[Después el Sheij pronuncia en voz baja, solo, pero permaneciendo siempre audible:]

Alabanzas a Allâh, y que la bendición y la paz desciendan sobre el Profeta de Allâh, sobre su familia, sus compañeros y sobre aquel que siga su orientación. Me comprometo y os invito a tener fe en Allâh el Más Grande, y a someterme y someteros a El; me pongo en guardia y os pongo en guardia contra cualquier insumisión hacia El y toda oposición a El. Sabed que habéis hecho un pacto con Allâh y Su Profeta, un pacto verídico y conforme a la Ley con vuestro Sheij. Lo habéis hecho y os habéis comprometido a no romperlo jamás. Su realización es vuestra responsabilidad, en función de lo que habéis contraído y de lo que habéis jurado a Allâh el Más Grande. Obtendréis éxito y seréis favorecidos, y Allâh estará satisfecho de vosotros. Sabed lo que es el pacto de Allâh (‘ahdu-Llâhi) y Su promesa: es una responsabilidad de Allâh sobre vuestras espaldas. Allâh os interrogará al respecto cuando os postréis ante El. El que glorifica a Allâh glorifica la Vía de Allâh, y el que difunde desprecio hacia Allâh difunde desprecio hacia ella.

Sección sobre las oraciones (awrâd) de la mañana y la tarde (154).

En cuanto a la oración (wird) de la mañana y de la tarde, se articula de la siguiente manera: 

Pido perdón a Allâh (astaghfiru-Llâh) (100 veces);
Allahumma, ruega por nuestro Señor Muhammad, Tu servidor y Tu profeta y Tu Mensajero, el Profeta iletrado, por su familia y sus compañeros y acógelos (Allahumma salli ‘alâ Sayyidinâ Muhammad ‘abdi-Ka wa Nabî-Ka wa Rasûli-Ka an-Nabî al-ummî wa ‘alâ alihi wa sahbihi wa sallim) (100 veces);

Y como colofón: No hay ninguna divinidad salvo Allâh (Lâ ilâha illâ Allâh) (100 veces) (155);

Nuestro Señor Muhammad es el Mensajero de Allâh, ¡que Allâh ruegue por él y lo acoja! (Sayyidinâ Muhammad Rasûlu-Llâh sallâ-Llâh ‘alayhi wa sallama) (1 vez).

[El Sheij se dirige al discípulo, y los hermanos responden.]

- ¿Has aceptado el pacto que hemos pasado contigo y establecido por ti como condición?
- ¡Lo hemos aceptado!
- ¿Y estás satisfecho del pobre en Allâh (faqîr ilâ-Llâh) como hermano y guía?
- ¡Lo hemos aceptado!
- ¡Oh Allâh!, en verdad declaro ante vosotros que he aceptado y acogido a todos estos hermanos como hermanos en Allâh el Más Grande, y que he acogido a todos aquellos que han dicho: “hemos sido admitidos”. Y quienquiera que haya dicho: “hemos sido admitidos” se ha convertido en uno más entre nosotros; posee lo que nosotros poseemos, y nuestras funciones también se imponen a él. ¿Habéis aceptado?
- ¡Hemos aceptado!
- ¡Y nosotros [el Sheij] hemos aceptado!

Recitemos la Fâtiha (156).

¡Gloria a tu Señor, el Señor de la Elevación más allá de los atributos! ¡Que la Paz descienda sobre los enviados! ¡Y gloria a Allâh, el Señor de los mundos! (157). Repetid conmigo una sola vez: No hay ninguna divinidad salvo Allâh, Muhammad es el enviado de Allâh”.


NOTAS:

130 Op. cit., páginas 20-41. 

131 En árabe, yad (mano) es de género femenino.

132 Hemos escuchado esta “anécdota” durante una conferencia pública dada en París por el hijo del Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ, y posteriormente por otra fuente de carácter privado.

133 “Les derniers hauts grades de l’Écossisme et la réalisation descendante”, Études Traditionnelles, 1953, página 225 (N. del T.: como hemos indicado con anterioridad, este artículo se ha traducido al castellano en el número 20, junio de 2006, de Letra y Espíritu).

134 Michel Vâlsan, “La fonction de René Guénon et le sort de l’Occident”, Études Traditionnelles, 1951, página 255.

135 Ibid., página 218.

136 Ibid., página 217. Cf. también: “lo que es cierto, es que el recurso intelectual que Oriente ha utilizado con él ha cesado, porque estaba ligado a cualidades personales providencialmente dispuestas” (Ibid., página 254).

137 ‘Abd al-Halîm Mahmûd, Al-Madrasa ash-shâdhiliyya al-hadîtha wa-l-Imâmuha Abû-l-Hasan ash-Shâshilî, La nueva escuela shâdhilita y su Imâm Abû-l-Hasan ash-Shâdhilî, páginas 11-12, El Cairo 1968. ¿Podría haber sido ya citado en la primera versión de este libro, en 1954?

138 Michel Vâlsan, op. cit., página 30.

139 Artículo citado en L’Ermite de Duqqi, página 270.

140 Michel Chodkiewicz, “Le Soufisme au XXIe siècle”, en Les Voies d’Allâh, op. cit., página 541. 

141 Cf. “Aspectos humanos de la Shâdhiliyya en Egipto”, Mélanges de l’Institut Dominicain d’Études Orientales, XI, 1972. Thierry Zarcone reprocha a este orientalista el no “proporcionar explicaciones”. M. Sedgwick habla del Sheij Salâma como del “propio Sheij (his own Shaykh)” de Guénon en El Cairo (art. cit., página 7), y escribe, a propósito de la tarîqa Hâmidiyya, que es “la que remata la carrera de Guénon” (página 3).

142 Es significativo destacar que no es tanto por su cualidad como profesor de universidad, sino más bien por estar ligado al Sufismo, puesto que era shâdhilita, que conseguirá, no sin dificultades, encontrarse en El Cairo con el Sheij ‘Abd al-Wâhid Yahyâ (cf. Chacornac, op. cit., páginas 106-108; ‘Abd al-Hâlim Mahmûd, op. cit., páginas 233-237). 

143 “La expresión ‘ârif bi-Llâh, que designa tradicionalmente al hombre espiritual realizado, significa al mismo tiempo el gnóstico, aquel que conoce a Dios, y el teodidacta, aquel que es instruido por Dios” (Michel Chodkiewicz, “Les Maîtres spirituels en Islam” (“Los Maestros espirituales en el Islam”), Connaissance des Religions, números 53-54, página 48).

144 Vestimenta larga de hombre, recta y con mangas largas.

145 Literalmente: más próximo a la delgadez que a la corpulencia.

146 ‘Abd al-Halîm Mahmûd, op. cit., páginas 11-12. Redactando nuestro artículo, descubrimos que este pasaje había sido citado por  Jean Abd-al-Wadoud Gouraud en la introducción a Un soufi d’Occident, René Guénon (Shaykh ‘Abd-al-Wâhid Yahyâ), página 26, GEBO-Albouraq, Beirut 2007; esta “divulgación” simultánea estaba manifiestamente “en el aire”. Este libro recientemente publicado contiene particularmente la traducción de la tercera parte del libro de ‘Abd al-Halîm Mahmûd, consagrado a Guénon e intitulado: “Al-‘ârif bi-Llâh ash-Shaykh ‘Abd-al-Wâhid Yahyâ” (páginas 229-341). Por otra parte, el año 1349 H., del cual hemos hablado ya, que se extiende desde el 29 de mayo de 1930 al 18 de mayo de 1931 (cf. Haig, op. cit., página 28), podría ser también el del pacto realizado por el Sheij ‘Abd al-Wâhid y el Sheij Salâma Hasan ar-Râdî. Este segundo pacto no es probablemente ajeno a la publicación de los artículos de René Guénon sobre la iniciación, a partir de 1932, en Le Voile d’Isis. Además, en su abundante correspondencia, Guénon ha aportado numerosas aclaraciones concernientes a preguntas relevantes del dominio de la técnica iniciática, especialmente aquella propia del Taçawwuf: ¿qué “parte” de sus conocimientos tan precisos podría corresponder, a un grado u otro, al Sheij Salâma?  

147 No parece, por ejemplo, que se encuentre en los escritos de Ibn ‘Arabî, que sin embargo detalla más o menos todos los puntos de la enseñanza propia de la tradición islámica. El artículo de Michel Chodkiewicz, “Les rites d’initiation dans le Soufisme” (‘Ayn al-Hayât, número 5, páginas 45-64, y Connaissance des Religions, números 69-70, páginas 81-95) aporta, no obstante, útiles precisiones sobre esta cuestión “técnica”. Cf. también Gerhard Böwering, “Règles et rituels soufis”, en Les Voiles d’Allâh, op. cit., páginas 151-156. La descripción que damos es la del artículo 328 del Qânûn, editado en la décima y última sección refiriéndose a las “Reglas generales” de la tarîqa Hâmidiyya. Una descripción así era antes del dominio “reservado” de las turuq. Ahora bien, desde hace muchos años, los miembros de las mismas distribuyen a partir de entonces gratuitamente los textos de los rituales, oraciones, etc., con un claro interés proselitista. Además, en el presente caso, existe una traducción inglesa (cf. Gilsenan, op. cit., páginas 239-241 y 96-97). Por estas razones, estamos autorizados a publicar en francés este documento.   

148 Ibn ‘Arabî enseña que “los Maestros son los médicos de la Religión de Allâh”. A aquellos a quienes les falta “alguna cosa necesaria para ejercer la función educativa (tarbiyya), no les está permitido sentarse en el lugar de la maestría, puesto que más que ser útiles perjudicarían, y generarían confusiones, como ocurre con los medicuchos que dañan al sano y matan al enfermo” (Futûhât, capítulo 18, trad. Cit., página 170).

149 El pacto iniciático, si se efectúa según las reglas prescritas, es eficaz por sí mismo, independientemente del propio valor del transmisor. El aviso del Sheij Salâma concierne pues al riesgo, para el que aspira a la vinculación iniciática, de no ser correctamente guiado por aquel a quien se entrega. Hemos visto repetidas veces, a lo largo de este artículo, que el Sheij, en tanto que Maestro espiritual auténtico (y como Ibn ‘Arabî en el pasaje citado en la nota anterior), ha denunciado a los Maestros “incompletos”, a los charlatanes e impostores. Es, por otra parte, un tema “recurrente” en el Sufismo, como lo ha mostrado Michel Chodkiewicz en la parte preliminar de los “Maestros espirituales en el Islam” (art. cit., páginas 33 y siguientes). René Guénon también lo detalla en 1948, en su artículo: “Vrais et faux instructeurs spirituels” (capítulo 21 de Initiation et réalisation spirituelle); pedía, además, expresamente que “no solamente los Maestros espirituales auténticos, sino incluso todos aquellos que tengan, en menor o mayor medida, consciencia de lo que es realmente la iniciación deben denunciar y combatir, cada vez que las circunstancias lo exijan”, a los que no son en realidad más que falsos instructores espirituales. No estando verdaderamente la época actual desprovista de este tipo de personajes, y puesto que, según Guénon, es un deber denunciarlos y combatirlos, haría falta pues redactar un estudio sobre este tema (N. del T.: recomendamos la lectura de la obra de René Guénon: El error espiritista, Ignitus Ediciones & Sanz y Torres, Madrid 2006).      
150 Entre los chiíes, el término imâm (en castellano, imán), aparte de referirse al guía de una comunidad, es el título que ostentaban los jefes supremos de toda la comunidad chií (el equivalente al califa sunní), cargo hereditario cuyo último representante, Muhammad al Mahdi, según la tradición, "desapareció" en el año 873 de la Era Común y vive desde entonces oculto (el mahdi o imâm oculto), rigiendo desde la sombra los destinos de la comunidad (creencia sostenida por la mayor parte de los chiíes, denominados imamíes). El imanato encarna a la vez los poderes espiritual y terrenal (N. del T.).

151 Esta expresión se menciona ocho veces en el Corán.

152 Encontramos este término citado más adelante en el verso 18 de esta misma sura 48.

153 Al principio de este artículo relativo al pacto, el Sheij Salâma se refiere a los juramentos contraídos con los Ansâr. En el presente verso, se trata de otro episodio, el de Hudaybiya que hemos comentado con anterioridad. Algunos términos de este verso 48, 10 se han obtenido de raíces que contienen la idea de “unión”, “atadura”: BA’, de donde bay’a y mubâya’a, “pacto”, y ‘HD, de donde ‘ahd que hemos encontrado ya (sobre esta cuestión, cf. Michel Chodkiewicz, “Les rites d’initiation dans le Soufisme”, art. cit., páginas 81-83).

154 Es la continuación del artículo 223, salvo algunas variaciones.

155 Estas tres partes de la oración constituyen, pues, la demanda de perdón (istigh-fâr), los ruegos por el Profeta (salâtu-n-Nabî) y la primera parte de la Shahâda. Esta última se recita de manera más “desarrollada” en algunas turuq, por ejemplo en la forma transmitida por René Guénon en 1934 al final de su artículo titulado “El Sufismo”: “Lâ ilâha illâ Allâh wahda-Hu, lâ sharîka la-Hu, la-Hu al-mulku wa la-Hu al-hamdu, wa Huwa ‘alâ kulli shayin qadîr, No hay más divinidad salvo Allâh El único, Él no tiene partes, para Él el reino y para Él la gloria, y Él está en cada cosa Todopoderoso” (Articles et comptes rendus, Tomo I, página 54). Esta fórmula proviene, por otra parte, de una tradición en la cual el Profeta afirma: “Las palabras más excelentes que han sido dichas, en la tarde del día de ‘Arafa, por mí y los profetas que me han precedido, son Lâ ilâha illâ Allâh wahda-Hu...”   

156 “La Apertura”, la primera sura del Corán, que sella aquí el rito del pacto iniciático.

157 Corán, 37, 180-182 (tres últimos versículos de esta sura).