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martes, 7 de abril de 2015

“VIA SECA” Y “VIA HÚMEDA”, por Manuel Plana

En la tradición Hermética se habla de dos vías diferentes que conducen a la realización de la Gran Obra, equivalente a los Pequeños Misterios de las antiguas iniciaciones grecolatinas, es decir, los misterios cosmogónicos y la restauración del estado primordial humano, siendo una preparación a los Grandes Misterios que, como veremos, también están prefigurados en el hermetismo. Estas dos vías son llamadas "vía seca" y "vía húmeda", equiparadas respectivamente a la "vía solar" y a la "vía lunar", siendo obvia la relación entre las aguas, lo húmedo y la Luna, así como entre el Sol, el fuego y lo seco.
Según Guénon: "las diferencias esenciales que existen entre la vía de los iniciados y la de los místicos,  digámoslo de paso, corresponden respectivamente a la "vía seca" y la "vía húmeda de los alquimistas" (1). Parece extraño a primera vista que una forma iniciática y no religiosa como es la Hermética, incluya en sus propios métodos unos que no lo son, puesto que ambas vías difieren en muchos aspectos.  ¿Cómo puede acomodarse una forma místico-religiosa en la tradición Hermética? ¿Conducen las dos vías a metas distintas, o son quizá etapas diferentes de un mismo camino? A grandes rasgos, según Guénon lo que caracteriza a una y otra vía, según el contexto iniciático de la "seca" y el místico-religioso de la "húmeda", es que mientras la primera es una ascesis espiritual por el conocimiento, activa y ordenada según etapas precisas que conducen a la superación de los límites individuales, la segunda es una ascesis pasiva donde prima el elemento sentimental y no el intelectual de la Gnosis, por lo que los estados místicos tienden a quedar encerrados en los límites formales de la individualidad, solo superados esporádicamente en momentos de rapto, visiones u otro tipo de estados, mayormente de orden psíquico más que espiritual.  Así, mientras la primera supone la perfección y superación del estado humano, la segunda tan solo el acceso a determinados estados parciales de aquel.     

Como toda forma exotérica, no está en los planteamientos del misticismo superar la dualidad de siervo y Señor; las vías iniciáticas de tipo cosmológico tampoco procuran la identificación absoluta con el Uno sin segundo, pero sí tienden a conjugar los opuestos que crea el dualismo cósmico en una unidad superior hacia la que está orientado todo el trabajo espiritual, mientras que el misticismo exotérico procura un acercamiento espiritual, una conversión del ser humano “caído” posibilitada por un estado de pureza anímica.  

"En términos del lenguaje secreto hermético, dice Julius Evola (2), en una se quema con Agua y en la otra se lava con Fuego; en una se nos libera de la servidumbre al liberar el principio de vida ("nuestro Mercurio"); en la otra se libera el principio de vida mediante la liberación de la servidumbre con las propias fuerzas". 
Muchos alquimistas coinciden en que la vía húmeda trabaja con el Mercurio simple o vulgar, mientras que la vía seca lo hace con un Mercurio doble o Filosófico, unido a su principio superior espiritual.  El principio hermético llamado Mercurio hace referencia, como se sabe, a la dimensión anímica del ser, formada por un conjunto de facultades sutiles ligadas en el primer caso al estado mental-corporal y en el segundo al espiritual y supra-individual del ser. 
La muerte iniciática inaugura toda verdadera vía de realización espiritual, haciendo posible un simultáneo renacimiento anímico, es decir, el paso de un estado inferior a otro superior de ser (estado primordial), paso que aquí se plantea bien como resultado de una disolución lenta de los obstáculos psicomentales del individuo, un "Baño María",  bien como una combustión directa donde, no ya solo los obstáculos psíquicos (los quifloth de la Cábala), sino las energías de vida, sufren una transformación, es decir, una reintegración paulatina en la unidad informal del ser. 

Respecto a esto Evola precisa: "Puede actuarse provocando directamente la separación, de modo que como consecuencia queden suspendidas las facultades individuales condicionadas por el cuerpo y por el cerebro, y así quede superado el obstáculo que ellas constituyen.  O puede partirse de dichas facultades, sometiéndolas a una acción tal que, como consecuencia, quede asegurada virtualmente la posibilidad de la separación y de la resurrección en la Vida.  En el primer caso, la fuerza que actúa es sobre todo la de las aguas actuando en plena libertad; en el segundo, sin embargo, será la del Fuego o Yo, que actúa sobre sí mismo". 
También se dice que la vía seca es mucho más peligrosa que la húmeda, incluyendo ciertos riesgos capaces de convertirse en obstáculos insalvables para los no preparados. "La dificultad por la vía seca, señala el mismo autor, consiste en superar la barrera constituida por las facultades comunes sin más ayuda que esas mismas facultades, lo cual -no puede ocultarse- implica una cualificación especial, una especie de "dignidad" natural, o una iniciación preliminar" (...) "La dificultad en la vía seca es tanto mayor cuanto más desarrollado se halla el sentido de la individualidad, con el consiguiente predominio de las facultades cerebrales (mentales), característico en el hombre occidental moderno". (ibid)

 Es claro en todo caso que cada una de las dos vías, purificativa la húmeda y transformante la seca, se adapta a tipos humanos de constitución interior diferente, aunque naturalmente y tomando esas dos opciones máximas como modelo, exista de hecho una gradación indefinida de casos humanos entre ambas, sin que quizá no se den sino raras veces esas dos tipologías en estado puro, especialmente entre los occidentales, debido tanto a su propia constitución psíquica como por las características mentales de todo lo moderno.  "Para el hombre antiguo, dice Evola, para el oriental y en general para todo aquel cuya consciencia permanezca todavía abierta o casi abierta al mundo no corpóreo... la vía húmeda ofreció y ofrece más inmediatas posibilidades, en cambio, en este caso debe hacerse un esfuerzo superior para evitar que la realización adquiera un carácter pasivo y no caiga en estados místicos-estáticos" (ibid. pg. 155). El primer punto de la cita parece que se contradiga con lo anteriormente dicho por el mismo autor, y no hemos cotejado el texto original francés para saber si es un fallo de traducción o no.  Mejor se entendería que la vía húmeda ofrece más posibilidades inmediatas a todo el mundo, por ser más accesible, pero en especial a los occidentales, que precisamente no disfrutan de esa "apertura de consciencia" a lo metafísico que caracteriza al hombre oriental o tradicional en general.  La vía seca, pues, se adapta mejor a una persona que, ya fuera oriental u occidental, reuniera, eso sí, estas características y disposiciones internas, siendo las principales, una cualificación intelectual, un sentido egótico de la individualidad poco desarrollado y una voluntad noble y viril.   
En cuanto a los peligros ya mencionados que implica esta última vía, la cual siendo "transformante" incluye la purificativa pero actuando a otro nivel,  podríamos añadir, siguiendo con el testimonio de diferentes maestros y alquimistas, que la ausencia del "Negro" o el "Solve" hermético es una de sus principales características, etapa que en la Alquimia designa precisamente la disolución de las cortezas o "egos" individuales (las "vidas anteriores" en algunas doctrinas), las "terrestridades" de la consciencia, es decir, del hombre viejo o profano.  De ahí que Evola destaque la improcedencia de esta vía en las personas con un ego individual muy desarrollado, el cual es imperativo disolver para pasar a otro estado.  No es que en la vía seca dichos elementos queden por disolver, sino que actuando sobre otras causas quedan suprimidos por añadidura.  "En la vía seca, sigue el autor, se trata de destruir, ante todo, por medio de una adecuada disciplina interior, todas las infecciones que la unión con el cuerpo haya determinado y estabilizado en los principios sutiles de vida, y mediante los cuales el cuerpo ejerce su poder sobre la naturaleza superior" (ibid).

En el fondo nos hallamos ante lo que en muchas formas tradicionales son la vía de la devoción y la del Conocimiento, el Bakti Yoga y el Jñâna Yoga del hinduismo, aunque en este caso tendríamos que distinguir el primero de lo que pueda significar la religión occidental puramente exotérica y aún menos la mera "religiosidad" moderna.  Y es quizá esta distinción la que pueda explicar por qué una forma mística como la vía húmeda tome características distintas integrada a una vía seca o iniciática.  El amor, el afecto y la voluntad  no pueden entrar en conflicto de intereses con el conocimiento, la inteligencia o el intelecto.  Constituyen las principales facultades de la unidad del ser. Especificadas como vías que partiendo de ellos llevan al mismo sitio por diferentes caminos, siguen incluyendo sin embargo una jerarquía, la cual rebatida en el plano iniciático supone diferentes etapas o grados de perfección espiritual, (3) como son por ejemplo en la Alquimia, la obra al Negro, al Blanco y al Rojo y en la Franc-Masonería, el grado de Aprendiz, el de Compañero y el de Maestro. 

En la vía iniciática de los Pequeños Misterios, que son la virtualidad de los Grandes, el factor emotivo y devocional del Amor está, por decirlo de alguna manera, sublimado por la presencia del Conocimiento divino (el séfira Tifereth en la Cábala asume estos dos aspectos), presente siempre en el rito del sacrificio, idéntico a la voluntad espiritual e impersonal, simbolizada en la Alquimia por el Azufre, el Oro y el Sol -el Agni védico-, Amor que difiere del sentimentalismo religioso o místico como el fuego del agua caliente.  Es cierto que el agua caliente, por el hecho de estar caliente, conlleva la potencialidad del fuego.  Ella "participa" del fuego a través de una de sus principales cualidades, el calor.  Pero el fuego mismo, por un lado, es otras cosas además de calor, y por otro, en el fuego no hay potencia ígnea sino que lo ígneo está completamente actualizado en el fuego.  Lo mismo podríamos decir del Espíritu de Vino, el cual además combina perfectamente el estado líquido y el ígneo, el agua y el fuego (los opuestos por antonomasia), llamado Mercurio Filosófico, Rebis o Andrógino (también Plata Viva) en el hermetismo, primer resultado de las Bodas Químicas del Mercurio y el Azufre que inaugura la Obra al Blanco y seguidamente al Rojo.  En todo caso, la vía del Fuego, cuyas potencias inseparables son la luz y el calor, incluye sin excepción la vía del conocimiento y la del amor, con las que están directamente relacionadas. 

Este principio espiritual que el Amor representa en las iniciaciones de este tipo (ver los Fieles de Amor medievales) está ligado normalmente a una figura femenina, la Virgen en el cristianismo, la Shakti en el hinduismo (Prakrti y Mâyâ) y la Madre-Esposa en todas las formas tradicionales arcaicas.  En su sentido más lato lo femenino refleja la potencia divina, la toda posibilidad, la omni-fecundidad de la Madre universal, por lo tanto encarna la doble posibilidad de la Naturaleza en su aspecto superior e inferior.  Iniciaticamente y en relación a sus dos Misterios principales representa la cosmogonía arquetípica misma, al Cosmos como manifestación integral de lo inmanifestado, y como tal es en última instancia la Madre del iniciado que después de concebirlo y gestarlo en su seno, lo pare a lo inmanifestado, lo alumbra al infinito.  El mito de la caverna de Platón, del mundo como antro o matriz obscura del espíritu, ilustra este aspecto de la Existencia universal así como el sentido más profundo de muchos símbolos iniciáticos.
De ahí también el color obscuro o negro de muchas vírgenes cristianas u orientales, símbolo de la indistinción de la Materia Prima, del Caos Filosófico, al que retorna el iniciado después de su "disolución" o "calcinación" y que preludia su "resurrección" espiritual. Cabe señalar igualmente el significado iniciático y no solo "alegórico" de las palabras de Jesús en la cruz dirigidas a San Juan, hijo del Trueno, y a su madre María (Juan 19-26,27): " Mujer, ahí tienes a tu hijo".   Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa".
En la Cábala este principio femenino es Binah, la Inteligencia onto-cosmológica del Uno sin segundo, la Madre suprema, asimilada a la Sofía del cristianismo antiguo, la Sabiduría divina, aspecto complementario y femenino del Verbo o Logos. También entre los grecolatinos Atenea-Minerva nace de la cabeza de Zeus-Júpiter, el padre de los dioses, personificando su Sabiduría, el espejo en el que aquel se contempla.  Y curiosamente y no sin relación con lo dicho más arriba, en este caso la feminidad de la diosa adopta un tono viril, dados los atributos marciales y guerreros con que se la representa. 

Ya para concluir podríamos señalar con respecto a estas dos vías tradicionales un pasaje del antiguo testamento cuyo simbolismo es bien ilustrativo al respecto, la travesía milagrosa del mar Rojo por los israelitas conducidos por Moisés (Exo. 14,15-31).  El apartamiento de las aguas mediante : "un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas", dejando un paso seco y llano por donde atravesarlo de una a otra orilla, describe de manera muy gráfica las características de la "vía seca".  En este caso las aguas no se utilizan para la navegación, aunque sigue tratándose de un tránsito pero que se hace a pié llano y seco; aquí las aguas son apartadas por el viento, el cual además de ser el aire entre los cuatro elementos, iniciaticamente está asociado, entre otras cosas, a la circulación del espíritu vital o Prana del hinduismo, el Pneuma o "viento de Dios que aleteaba por encima de las aguas" en la tradición judeocristiana.  La proveniencia "oriental" -del Este- de este viento también es bien significativa, tanto por su conexión con la luz del conocimiento como por el carácter ígneo y viril del signo astrológico de Aries (domicilio del Sol), el del carnero (el Agnus Dei y el Agni hindú), el de la primavera, época en la que se dice en la Alquímia deben comenzar los trabajos de la Gran Obra. 

Esta "separación de las aguas", prefigurada en el segundo día del Génesis, que permite la creación de un espacio seco, aéreo y seguro para transitar sin dificultad, (y en el Génesis el despliegue del firmamento), es la imagen de un cambio de estado, de una superación de lo psicomental por vía directa y vertical, una salida del psiquismo inferior, del mundo "sublunar" y sus estados, el propio de la "corriente de las formas" a la que está condicionada la individualidad humana por el órgano mental (la esclavitud egipcia de Israel). Igualmente, atravesar las aguas sin mojarse, prefigura también la posibilidad de caminar por encima de ellas, es decir, superar esa misma condición transitoria y relativa del ser, como es el caso de Jesús en el conocido pasaje de los evangelios, y como señala Guénon, el de Vishnú en tanto Narayana, "el que camina por encima de las aguas".  En la vía húmeda o mística, no se opera una superación o separación completa de las aguas, sino la disolución de las escorias y un apaciguamiento del oleaje, a fín de que, a modo de espejo o plano de reflexión, su superficie refleje la pura luz solar.  En otro aspecto del símbolo y del mito, de este mismo mar o caos emerge la Isla primordial, la Tierra pura y paradisíaca situada en el Centro del Mundo, sede del estado primordial.  

En conexión con el caracter "axial" e ígneo de esta vía, está también en el mismo pasaje bíblico del paso del mar Rojo, la "columna de fuego" que yergue Moisés para mantener a raya los ejércitos de Faraón mientras cruzan el mar los israelitas.  Este hito de la historia sagrada hebrea marcará precisamente, junto a otros análogos que le anteceden y suceden, el sentido más profundo de la Pascua judía y cristiana, símbolo de la transformación espiritual del ser y de su misterio sacrificial.  La "columna de fuego" es una imagen clara del Axis Mundi, el eje espiritual  que une Cielo y Tierra, el que produce y sostiene todos los estados de la manifestación, y por lo mismo describe la imagen de la Vía universal -la Vía del Medio- que conduce a los distintos estados de reintegración en lo Absoluto.  Y se complementa perfectamente con la "separación de las aguas" y con el caracter activo, ígneo y viril de la vía seca, que supone una apertura enérgica hacia un espacio superior de la consciencia, un ascenso vertical (Sattwa en el hinduismo, liberándose de Tamas y de Rajas) a otro estado de realidad relacionado con el Aire y el Fuego arquetípicos. 

La obra al Rojo de la Alquímia se llama así, en efecto,  por el grado de co-subtancialidad con el fuego que toma la materia en esta última etapa de la Gran Obra.  También en el sufismo islámico el grado espiritual que iniciaticamente corresponde al Hombre Universal, idéntico al Ser puro, se llama Azufre Rojo, indicando la absoluta fijeza del estado supremo e incondicionado. Este grado iniciático dista bastante de lo que suponen las únicas prerrogativas de los Pequeños Misterios, las del estado primordial humano, que aún habiendo tomado una dimensión cósmica e informal, sigue limitado a la dualidad.  Por ello es que los maestros señalan la obra al Rojo como la prefiguración en la tradición Hermética de los Grandes Misterios, así como de una superación de todos los estados condicionados o "Salida del Cosmos", y por ende de la Rueda de la manifestación universal (Zoodíakos, Samsâra). 

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1.- Formas tradicionales y ciclos cósmicos. Pg. 79.Ed. Obelisco. Barcelona 1984.
2.- La Tradición Hermética. Vía seca y vía húmeda. pg. 154,155. Ed. Martinez Roca. Barcelona 1975.
3.- Sobre este mismo tema y encarándolo desde el cristianismo, Elie Lemoine señala (Theologia sine metafísica nihil. Ed. Traditionnelles. París 1991, pg. 169-170): "El evangelio de Juan da aún otras indicaciones de un gran interés sobre las relaciones del esoterismo y el exoterismo y su caracter respectivo. Pedro, por su negación "Yo no lo conozco", atestigua que el exoterismo que él representa no es propiamente hablando una "vía de conocimiento" (aunque nauturalmente, comporte siempre una cierta parte de conocimiento)*. Más tarde, después de la Resurrección, en el curso de la aparición de Jesús en la orilla del lago, por su triple afirmación "Tu sabes que te amo", atestigua que el exoterismo es una "vía del Amor", restituyendo el Conocimiento total al mismo Señor Jesús: "Señor tu lo sabes todo... (Juan XXI, 17). Es entonces que el Señor le ordenará de no ocuparse de Juan: "Que te importa" (XXI,22), después de la orden terminante de: "Apacienta mis corderos", que le asigna su función propia precisando los límites de sus atribuciones y de su competencia: el esoterismo no le concierne.  Además, le está sometido como el amor está sometido al conocimiento, y es porque es Juan quien revela a Pedro, que por él mismo no lo había advertido, la identidad del Hombre que viene a llamarlos desde la orilla: "Es el Señor" (XXI,7)..."
*.- Paréntesis del mismo autor.