Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

lunes, 10 de diciembre de 2012

ALGUNAS CLAVES DEL SUFISMO CONTEMPORÁNEO (*), por Manuel Plana

Irrealidad del ego

El individuo humano no puede definirse a sí mismo sino como una suma de condicionamientos diversos. Primero los que signan su lugar en el cosmos, su tiempo y espacio vital, después los que recibe como herencia de sus ancestros y progenitores, y correlativamente los que incorpora del medio familiar, social, escolar, profesional, etc… del que surge y en el que vive inmerso.
La concepción que el individuo se forja de la realidad y de sí mismo siempre es en base a lo que conoce según lo que ha recibido y asimilado del ambiente, es decir, a esa perspectiva mental que todos esos elementos han configurado por aglomeración, creándole una identidad, el ego social, el Nafs, tanto como una historia personal. Ese ego o Nafs, le proporciona una “personalidad” (literal. del griego: una “máscara”), un distintivo para diferenciarse y asimilarse a la vez con el medio y con sus “semejantes”.
Esa “personalidad”, que esencialmente es un concepto extraído del medio que el individuo se hace de sí mismo, una imagen o “construccion mental”, se ha instalado en la consciencia desarrollando hábitos, rutinas, comportamientos, tendencias y patrones reactivos con los que se identifica plenamente; esa es, según él, su identidad, su “alma”, su mente o su mentalidad, a la que ve como suya y propia. Todo nuevo saber, conocimiento o experiencia no hace sino reforzar esa personalidad, vale decir, ese concepto relativo de sí mismo creado por la perspectiva mental. De manera muy improbable, sólo una toma de contacto efectivo con una realidad superior al ego individual, es decir, a la descripción egótica del mundo y egolátrica de la realidad que hemos heredado, puede orientar la consciencia a mirar más allá de sus topes, a conocer otra realidad libre del filtro que crea los límites del ego mental y social. En tal caso, podríamos preguntarnos donde está la verdadera libertad del individuo pregonada a bombo y platillo por la sociedad moderna cuando todo en él es pura condición, pura limitación, sea o no consciente de ello.