Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

martes, 31 de julio de 2012

BARCELONA. LA CIUDAD DE LAS AVES (II), por Josep M. Gràcia *

V. La Colina de Hermes.

En la Odisea (XVI, 471) se describe una “colina de Hermes” en donde los hombres son alcanzados, arrebatados y guiados, por un “veloz mensajero… heraldo también de los hombres” (es decir, Hermes). Esta colina es, simbólicamente, la alcanzada por el Augur, el magistrado instructor del rito fundacional de la ciudad, pues allí recibe la intuición, el mensaje de los dioses (de enunciado oracular) que él mismo es encargado de descifrar y actualizar. No es de extrañar, pues, que en el rito fundacional al Augur se lo llegara a asimilar a Hermes, de hecho, se entendía que era la personificación del dios, y que situado en la cima de la colina, la “colina de Hermes”, fuera el “mensajero” portador de los buenos o malos augurios en virtud de los cuales se convenía o no fundar la ciudad. El Augur, que toma aquí la función de Pontifex, literalmente el "constructor de puentes o caminos", era representado en Grecia por Iris (el Arco Iris es un símbolo del pontificado), la "mensajera de los dioses", diosa que simbolizaba la unión de la Tierra con el Cielo y quien, aún perteneciendo a otra estirpe divina, compartía funciones y atributos con Hermes. Pero también, Augur significa literalmente tanto “observador de las aves” como “adivinación mediante el canto y el vuelo de las aves” y tiene el sentido de señal, presagio, indicio en sentido oracular en virtud del cual se recibe la intuición intelectual. Los antiguos etimologistas dicen que augur deriva de otra palabra más antigua, àuger, compuesta a su vez de la voz ÀV-IS (ÀU-IS) “ave” y GÈR-O “actuar”, “hacer”, es decir, “lo que hacen o dicen las aves”. Pero también, augur tiene vinculación etimológica con augère “aumentar” en el sentido de “consagrar”. Es así como el Augur aparece como el Pontífex que oficia el rito mediante el cual se consagra un determinado lugar advirtiendo los presagios o signos mediante el canto o la observación de las aves, y en el caso que nos ocupa, es bien significativo que antes de que el Augur de tradición romana demarcara los límites o fundara Barcino en la cima del Monst Táber ya había un culto análogo, el de Laia, “la que habla bien”, es decir, la que según ciertos signos oraculares que tienen que ver con el canto de las aves dice o da los buenos augurios, lo que veremos más adelante con detalle. El Mons Taber es la Colina de Hermes de Barcelona.





VI. La cuestión Romana

En el Libro II, I, 5-6  de De Architectura, Vitruvio dice: “Item in Capitolio commonefacere potest et significare mores vetustatis Romuli casa et in arce sacrorum stramentis tecta. Ita his signis de antiquis inventionibus aedificiorum...” (“Igualmente la choza de Rómulo en el Capitolio sobre la Fortaleza sacra, cubierta de henos, nos puede manifestar el modo de fabricar antiguo...”)(16). Con casa Vitruvio indica un lugar delimitado y cubierto; la raíz indoeuropea kes-, (cortar) con sufijo *kas-tro- significa recinto fortificado, de ahí castrum (17); el griego kasa, de la raíz ska- tiene tanto el sentido de cabaña como de lugar cubierto o santuario, no en vano, en los LXX el Mishkam (Tabernáculo) se tradujo por skene o skenoma mientras Hekhal (Templo) se tradujo por naos (nave, templo) u oikos (casa, palacio). Sin embargo, el hecho de aludir a una Fortaleza (arce) sacra (sacrorum) es aún más interesante; en efecto, en tanto que ablativo, arce (nominativo arx) expresa el sentido de procedencia local o temporal y la relación de situación, tiempo, modo... del objeto designado; en todas las lenguas indoeuropeas el radical arks- (o raks-) tiene el sentido de proteger, defender, conservar y proviene de la misma raíz que Arca. Esta Fortaleza sagrada (el sentido de fortaleza le viene tanto por el hecho de que el lugar ha sido ritualmente consagrado como por su necesaria custodia) es pues el lugar en donde se conserva y protege la Tradición, simbólicamente representada por el Arca, de ahí su carácter sagrado, instaurada de forma ritual, a cubierto y defendida sólo por aquellos que poseen la calificación necesaria para tal fin, el o los Pontifex. Y consagrada justo en ese lugar y en ese tiempo, y no en otro, de ahí el uso del ablativo. El arce o Fortaleza es pues, el lugar en tiempo y espacio (es decir, aquí y ahora) en donde reside simbólicamente el Arca, aquello que guarda la Tradición y al mismo tiempo, “lugar de encuentro” de los sumos Sacerdotes en donde reciben la revelación, la influencia espiritual o designio no sólo para fundar una ciudad sino para todo aquello que hace referencia con su buen gobierno, por ello es un lugar sacro. La choza cubierta de henos (casa) de Rómulo, en el Capitolio, sobre la Fortaleza sacra (arce sacrorum) es exactamente la descripción del tabenáculum (BARCA). Encima de la colina del Capitolio, erigida en beneficio de Rómulo, el fundador mítico de Roma, el tabernaculum cumple la función de templo fundacional, guardián de la tradición y garante de su continuidad instaurando un centro de restitución tradicional para una de las metrópolis que, según René Guénon, fue en occidente una imagen de Agartha (18).
Para Octavio Augusto Barcelona cumplió exactamente la misma función para la península Ibérica, sólo que la instauración de ese centro tradicional tuvo la calidad de centro secundario de la metrópolis latina y fue fundada, no por casualidad, sobre un asentamiento existente, la ciudad de Laye, que, como veremos más adelante, cumplía ya una función análoga. La cualidad de centro secundario viene reforzada, sin duda, por una de las acepciones de barca que, como dice san Isidoro de Sevilla (Etimologías, XIX, I, 19), es en realidad el bote pequeño que se utiliza para transportar mercancías del barco a la costa: Roma era la metrópolis madre fundacional desde la cual otros centros tradicionales fueron fundados en todo el dominio romano, y Barcino fue uno de ellos, y por lo que respecta a la península Ibérica, el primero, y más importante no como urbe a modo de Tarragona, Badalona o Mérida, sino como centro espiritual indispensable sin el cual resultaba imposible administrar un verdadero y eficaz dominio territorial.
La designación de Mons Taber alude simplemente a la colina en donde estaba dispuesto el tabernaculum, la BARCA (19), lo que resulta comprensible si consideramos que es frecuente en terminología mesopotámica llamar a los templos “monte casa” (20), considerando el simbolismo de la montaña como imagen del Templo. 
Algunos historiadores se extrañan de la extremada pequeñez del recinto amurallado romano que delimitaba la ciudad Barcino, que no se corresponde, observan, con el título de Colonia inmune que ostentaba; también se han preguntado por la razón que tuvo Roma para fundar Barcino entre dos ciudades consolidadas y de una importancia militar y cívica extraordinaria justo al lado, Tarraco y Baetulo y no han encontrado una respuesta satisfactoria. En realidad, Octavio Augusto, Imperator y Pontifex maximus, ostentando el Poder sacerdotal y Real, bajo cuyo reinado se fundó Barcino (10 a. C.)(21),  des-em-barca literal o simbólicamente en Barcelona con finalidades estrictamente fundacionales, y no sólo de fundación de una ciudad, lo cual es sólo un símbolo, sino de refundación y restitución de la Tradición. Eso es lo que significó Barcino para Augusto: una colonia romana, no latina, imagen de Roma y así como en la cima del Capitolio se erigía el tabernaculum erigido en beneficio de Rómulo, el mítico fundador romano, así en Barcino, encima del Mons Taber se erigía la BARCA, lugar sagrado, centro espiritual en donde se desarrollaban los cultos mistéricos relacionados con la iniciación en los misterios y la revelación oracular. Para tal fin, la dimensión y la defensa de la ciudad, que disponía de recinto amurallado como consecuencia exclusiva del rito fundacional, eran secundarias y nunca se pretendió rivalizar con las urbes vecinas; no en vano, Pomponio Mela (De Chorographia II, 90) la llama parvum oppidum (“pequeña fortaleza”), lo que se comprenderá perfectamente si consideramos lo expuesto más arriba. A esa “pequeña fortaleza” en donde confluyen los sentidos de bárcena, barca como tabernaculum o “choza” en tanto que imago mundi y templo ritual, a esa BARCA, en definitiva, Octavio Augusto la llamó Barcino y en su cima como símbolo del centro del Mundo, materializó en piedra el Templo, como imagen del tabernaculum móvil, como corresponde al sentido sedentario del imperio por él inaugurado.
En efecto, en la cima del Mons Taber se encuentran todavía algunas columnas de lo que fue el primer Templo romano en Barcino, llamando imprecisamente Templo de Hércules; tan incierto es para los historiadores su origen que se han esbozado hipótesis sobre si es o no el Sepulcro de Híspan, templo cartaginés, el panteón de Ataulfo, un templo dedicado a Júpiter (lo que a todas luces es improbable por la presencia ya del Mons Iovis) o, incluso alcázar construido por Pedro IV en el siglo XIV. El templo es romano y fue construido encima de la BARCA bajo las órdenes de Augusto o de su general y arquitecto Agripa guardando las proporciones y el orden (columnas estriadas, orden dórico y corintio) descrito por Vitruvio como templo de la especie Peripteros hexástilos (22) (templo en donde el pronaos y la cella están rodeados de columnas –Periptero- y en el pórtico delantero y posterior formado de seis columnas –hexástilo-)(23). Es cierto que Vitruvio dice que estos templos está dedicados normalmente a Hércules, pero a tenor de lo que hemos dicho, Augusto fundó Barcino análogamente a como Hércules fundó ahí la BARCA, por lo que no es de extrañar que ambos fueran plenamente identificados, escogiéndose el tipo de templo acorde con esta asimilación. 
Justo por la cima del Mons Taber cruza la actual Calle Paradís (Paraíso); a pesar de que se han esbozado numerosas hipótesis acerca de su toponimia los historiadores nunca han llegado a una solución satisfactoria, siendo la más exacta la que nos habla de la existencia de un vergel o “delicioso huerto” en el lugar (24), aunque, por el contrario, no se ha sabido explicar la razón por la cual este jardín se ubicaba precisamente en este lugar ni a qué debía su razón de ser y su importancia. La cuestión aparece más clara si consideramos que, si bien la denominación de Centro del Mundo se aplica al centro espiritual supremo, lo que sería el caso de Agartha, los demás centros son igualmente centros del Mundo por analogía, lo que sería el caso de Roma, como ya vimos más arriba; es decir, centros del Mundo para una cultura o civilización en tanto que centros consagrados ritualmente y depositarios, herederos y representantes de la Tradición Primordial. La BARCA que fue Barcelona, aunque con toda seguridad podría decirse que todavía es en la medida de que un pueblo puede haber perdido el espíritu de la letra pero conservar, sin embargo, su simbolismo intacto, cumplió exactamente esta función de centro del Mundo sólo que subordinado a Roma. En cualquier caso, el simbolismo del Paraíso Terrenal –Pardes- es aplicable a todos los casos en donde se considera el simbolismo del centro del Mundo, siendo el centro de la ciudad que ha sido fundada ritualmente una imagen del Pardes, de donde parten las cuatro direcciones, que son los cuatro brazos de la cruz que forman el cardo y decumanus maximi análogamente a como del Eden parten los cuatro ríos; en Barcelona esta imagen se representó fielmente ya que al recinto amurallado se accedía por cuatro puertas que correspondían a los puntos en donde el cardo y el decumanus, que se corrresponden, respectivamente, a las actuales calles Llibreteria, Call, Bisbe y Regomir, tocaban con la muralla. El Pardes es comparado simbólicamente con el corazón, centro del ser y habitáculo de la “presencia real de la divinidad”, situado en el centro del tabernaculum o BARCA, de ahí pues, que todavía hoy se conserve este sentido original de lo que hubo en la cima del Mons Taber: una BARCA, símbolo del centro del Mundo y símbolo del Paraíso.
El estatuto jurídico de Barcino era, en efecto, el de Colonia (25), villa franca hasta, al menos, el siglo VI d. C. cuando todavía la ciudad gozaba del derecho itálico (derecho de inmunidad y exención de tributos), como se recoge en el Digesto (libro 50, XV, 8). Sus habitantes eran llamados barcinonensis o faventinos (“favorecidos por los dioses”) y la ciudad era llamada Pia Faventia, es decir, “la favorecida por los dioses por sus cultos Religiosos”. Este estatuto jurídico es mucho más que un simple derecho ciudadano; representa un estado exento de cuestiones específicamente terrenales que se corresponde con la importancia que tuvo el lugar en tanto que centro tradicional e iniciático en torno a la BARCA, lo que seguramente se podría decir de cada una de las doce colonias fundadas en la península por los Romanos. A tenor de lo expuesto, y traducido a rudi sermone, el texto latino (figura 6) que da cuenta de la fundación de Barcino por Augusto dice: Barcin(o) (Centro espiritual= BARCA), residencia autónoma (Colonia) de la familia de los Julios (Iulia Augusta), favorecida (patrocinada o fundada) (Faventia) en favor de los dioses por el Padre (Paterna) (Augusto)(26).


Figura 6.
Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino

VII. Laye

Laetania o Laletania o Layetania era un territorio que ocupaba desde el actual río Llobregat hasta el río Tordera, aproximadamente. Debe su nombre a la ciudad de Laye o Laeisa (Lisa?) o Laia ciudad de la que los historiadores no han podido determinar su ubicación pero que según parece pudo estar situada a los pies del Mons Iover o en torno al Mons Taber. Los laei, fundadores de Laeisa, eran de origen celta organizados en torno a un soberano, que ostentaba o aunaba en sí mismo tanto la Autoridad espiritual como el Poder temporal, que había descendido de los Alpes a esta región de la actual Catalunya; uno de sus principales atributos era una lanza o punta de lanza (como se observa en numerosas cecas que se conservan y como figura todavía en las banderas de algunos municipios que estuvieron bajo su dominio), símbolo axial que representa al Eje del Mundo. De este origen nórdico queda constancia en la actual Saint-Germain-en-Laye, en la región de Île-de-France; no debe sorprendernos que esta región, o el centro de ella, cuya capital es actualmente París, fuera conocida antiguamente como sylva Ledia, el “bosque sagrado de Laia”, lo que todavía hoy es el Bosque de Saint Germain. Lo que hay detrás de la denominación de sylva podrá comprenderse recordando lo que antes hemos dicho con respecto a la demarcación de un templum en el seno de un bosque asimilado al caos primordial en la instauración de un ámbito consagrado. Esta pequeña reseña geográfica nos ubica en una realidad simbólica que circunscribe los orígenes de Barcelona en una real y verdadera fundación sagrada en torno a esa figura enigmática de nombre Laia, de la que se tiene pocas noticias. Sin embargo, Cicerón en Brutus, obra que trata sobre la elocuencia griega y romana, y en De Oratore, nos da noticia de una joven Laelia, hija de Laelius, apodado el Sabio, desposada con un Augur, que destacaba por la pureza de su expresión verbal mediante la cual transmitió a varias generaciones los conocimientos sagrados; la describe como poseyendo un verbo preciso, expresando con propiedad y exactitud el sentido de las ideas, es decir, su significado último, que no es otro que el simbólico, sagrado y tradicional. Cicerón asimila el arte de Laelia al de los sofistas griegos, pero, en realidad, Laia es “la que habla bien” en el sentido de que hay verdad en lo que dice. Se entiende, pues, que ese “hablar bien” implica un desvelar una verdad, aquella que se oculta tras los ropajes de la falsedad, que son el mundo de las formas e ilusiones, siempre cambiantes y engañosas. 
Laelia, Laia o Laeisa deriva del verbo griego laleo que significa, en su acepción primera “pronunciar sonidos inarticulados”, generalmente referido a los sonidos que hacen los animales, como se utiliza a menudo en los Idilios de Teócrito de Siracusa (s. III a. C.), y en particular al de los pájaros, en las obras de Moscos de Siracusa (s. II a. C.); posteriormente, la filosofía griega adopta el término y adquiere el sentido poético de “hacer cantar” a la lira o a la flauta (27) y, por extensión, se utiliza en el sentido no simplemente de hablar sino de “hacer hablar”, provocar el dicho o la palabra (28), como simbólicamente se dice en Mat 9.33: “... y rompió ha hablar el mudo”. El hecho de que Laia sea “la que habla bien” no se refiere simplemente a sus dotes oratorias, como dice Cicerón, sino al hecho de que dice o habla el lenguaje de o a través de los animales o aves, como poseída por un rapto, un entusiasmo “poético” que, simbólicamente, alude a un acto de revelación. 
En realidad, la asimilación que hace Cicerón con la elocuencia griega se debe a otro hecho al que no alude pero que es determinante y del todo singular: este acto de averiguación o desvelamiento fue llamado por Parménides Alétheia, que significa metafóricamente “verdad”, pues consiste en un acto de descubrir, des-velar o des-nudar de lo que hay detrás de las palabras, conceptos o ideas, pero también alude a un acto de revelación (en este sentido, el término que le corresponde en un lenguaje oriental es apo-káliypsis ). No debe escapársenos la similitud fonética entre Laeisa, Laelia o Laia con a Alétheia, lo que induce a pensar en una semántica análoga. Lo que hace Laelia al hablar es un des-velar lo que a ella misma le ha sido revelado “oracularmente”, esto es, por influencia espiritual. El sentido primero, fundamental e iniciático es pues que Laia habla “el lenguaje de los pájaros” que no es sino el “lenguaje de los dioses”, siendo las aves símbolos angelicales o de los intermediarios celestes; por eso, hablar “el lenguaje de los pájaros” es un símbolo que alude al fin del proceso iniciático, a la consecución del cocimiento o la inmortalidad, lo que implica la restitución de todas las cosas a su origen (29).
El hecho de no tener referencias de Laia como deidad, no representa ningún obstáculo para poder afirmar que si pudiera hablarse de una deidad llamada Laia, esta sería una diosa oracular y mistérica, en torno a la cual fue fundada la ciudad de Laye, que tomaba simbólicamente el canto de las aves como fuente de revelación, hecho sugerido también por la estrecha relación de Laia con el Augur. Laia tenía su templo, su “choza” oracular, su BARCA situada en la cúspide del Mons Taber, lugar que si no realmente sí simbólicamente le corresponde, en el centro de la ciudad de Laye o en el centro de la región de Layetana (Laie-tan, “el país de Laia”)(30). Anteriormente al culto de Laia hubo en el lugar un culto análogo: el de Isis, a juzgar por algunas evidencias, pues en 1855 se descubrió en pleno centro moderno de Tarragona una momia egipcia de época prerromana (31) que demuestra la presencia de la tradición egipcia en los alrededores de Barcino mucho antes de la presencia fenicia o cartaginesa, lo que sugiere que el culto a Isis, como diosa mistérica y oracular, estaba ya presente en la zona, algo por otra parte nada excepcional considerando que su culto, junto con el de Cibeles y Mitra, se había extendido totalmente por occidente en el siglo I d. C. También Isis, la Pupila del Cosmos (Koré Kosmou) evoca un acto de Alétheia relacionado simbólicamente con su velo negro, el cual esconde detrás de sí lo que fue, lo que es y lo que será, es decir, los misterios y el conocimiento de la Unidad.
Esto fue lo que Octavio Augusto encontró en esa fértil bárcena que hoy llamamos Barcelona y no fue difícil la asimilación del culto de Laia con otros cultos mistéricos análogos propios del Imperio que él mismo presidía por primera vez como Emperador Solar; sobre la BARCA de Isis y Laia situó Roma la sede del tabernaculum como acto fundacional de una nueva metrópolis. Sólo tomando este hecho como lógicamente anterior a toda fundación romana de la ciudad puede entenderse la capital importancia que para Augusto tenía empezar la conquista del país de los Íberos instaurando los ritos Religiosos y los cultos mistéricos en virtud de los cuales se instauraba un Centro de conocimiento tradicional justo ahí donde cultos análogos era ya preexistentes, los que adoptó en esencia adaptándolos al panteón latino.
A juzgar por ciertas evidencias sendas BARCAS fueron instauradas por Octavio Augusto en Barcelona, Zaragoza y Lugo, señalando un camino de “conquista” que no debe entenderse en sentido de dominio territorial sino en un sentido iniciático que sin duda tiene que ver con la idea de jubileo, pues, en efecto, como se dice en el Zohar (III, 52b): “El río que sale del Edén lleva el nombre de IOBEL”; es decir, que los lugares considerados como centros del Mundo, imagen del Paraíso, remiten a la idea de jubileo entendida como símbolo de la colocación de todas las cosas en su estado original, lo que tiene especial relación con los cultos mistéricos inherentes a la BARCA como a la idea, recogida por Augusto, de que a partir de la BARCA instaurada en Barcino se iniciaba un camino de jubileo, es decir, de restauración tradicional de y hacia Occidente, hasta el Ara Solis, hasta el finis terrae.
Por otra parte, cabe considerar un símbolo fundamental que ayuda a entender la cuestión que aquí planteamos: el Omphalos. En efecto, el Omphalos, uno de los símbolos fundamentales de la Ciencia sagrada, es un símbolo del Centro del Mundo; designa un centro espiritual (es decir, sagrado e iniciático) y, en términos generales, todo aquello que es centro y, especialmente, el centro o cubo de una rueda, (la figura 1 es una imagen gráfica de lo que decimos). A menudo, este centro espiritual coincide con el centro geográfico, es decir, que el Omphalos está, sino realmente si simbólicamente, en el centro de la ciudad o ámbito geográfico de la cultura a la que representa, luego, el Omphalos representa el Centro del Mundo para todo un pueblo o tradición, como el Omphalos del templo de Delfos lo era para toda la Grecia clásica, siendo otros centros espirituales considerados secundarios y con finalidades relacionadas con la iniciación en los misterios, por ejemplo Eleusis en la misma tradición griega (32). El Onphalos se representa materialmente mediante un pilar, una piedra cónica u ovoide o simplemente un montículo o túmulo; esa piedra es el tabernaculum (Mishkan), sede de la Shekinah, de ahí que se la nombrara como betílo (Beith-El) la “casa de Dios”. En el caso de Caesar Augusta, la actual Zaragoza, ciudad hermana de Barcino, la BARCA debía estar simbolizada por un pilar y en el caso de Barcino muy probablemente la BARCA estaba simbolizada por una piedra y, en concreto por una piedra negra, la piedra negra de Cibeles. Este fue, en efecto, el culto mistérico instaurado por Augusto en la BARCA de Barcino por lo que existe una línea tradicional, necesariamente actualizada y adecuada a sucesivas adaptaciones espacio/temporales entre Isis, Laia y Cibeles muy significativa, pero que, necesariamente, deberemos desarrollar en otra ocasión.

VIII.  Santa Eulalia

Ya con la decadencia del Imperio, el procónsul de Daciano tuvo noticia de una joven llamada Eulalia que vivía en Sarrià una aldea de colonos justo al lado de Barcelona. La joven, dotada de una gran facilidad de palabra fue al encuentro del procónsul para reprenderle por la sangrienta persecución que, bajo sus órdenes, eran víctimas los cristianos. El procónsul, admirado por la dicción de la joven doncella y por su verbo preciso, es decir, por lo bien que hablaba, le preguntó por su origen y como fuera que como única respuesta obtuvo que era cristiana mandó martirizarla para que renegara de su fe. Con este relato legendario se explica el paso del culto “pagano” de Laia al cristiano de santa Eulalia (eu-laleo es “lo bien hablado” y Eulalia “la bien hablada”); también cuenta la leyenda que los restos mortales de la mártir fueron devorados por las aves, lo que no es sino otra muestra de cuan fielmente se cristianizó el culto de Laia y la función oracular, mistérica e iniciática vinculada al canto de las aves. Desde el 12 de febrero de 304, día de su muerte, Eulalia es la patrona de la ciudad. Pero todavía pueden encontrarse en la leyenda de santa Eulalia cuestiones que no hacen sino avalar todo lo que antes hemos expuesto con respecto a la BARCA y con respecto a que Barcino era un centro espiritual: nos referimos a la llamada Bandera de santa Eulalia, estandarte representativo de la ciudad de Barcelona. En realidad, la bandera fue llamada de manera oficial, hasta el siglo XVII, Bandera de la ciutat, pero en los acuerdos del Consejo de Ciento de principios del siglo XVII se adopta el nombre de Bandera de santa Eulalia pues así era como popularmente se la conocía desde tiempos antiguos. Ya en el siglo XIV, como también se puede leer en los acuerdos del Consejo de Ciento de 1390, hay referencias de que la bandera era un estandarte análogo a los usados por los romanos en donde figuraba la inscripción S.P.Q.B. (Senatus Populus Quo Barcinonensis), con una cruz de san Jorge roja bordada sobre un “campo de color blanco” que era considerado como la “señal de la ciudad” (“... é lo camp blanch, que es senyal de la Ciutat”)(33) y con un busto de la mártir en el aspa del estandarte. 
Lo significativo de lo que acabamos de exponer es precisamente la representación del campo blanco; en efecto, en todas las tradiciones se designa a los centros espirituales como lugares “blancos”, muy a menudo como “islas blancas”, recogiendo con “isla” el sentido de lugar cercado, consagrado, centro del Mundo o templo rodeado por la silva que es el mar, siendo el color blanco un símbolo de al autoridad espiritual, de la luz del conocimiento y del “descenso” de la influencia espiritual. Es así como a la Tula atlante se la llama “isla blanca”, al monte Meru se lo llama “montaña blanca” o la ciudad griega de Argos igualmente la “ciudad blanca” lo que está en relación con lo que hemos dicho anteriormente con respecto a la nave Argo en la cual embarca Hércules y cuyo nombre, a parte de referirse al nombre de su constructor, significa “rápido”, pero cuyo primer sentido es blanco. Pero también, y para ceñirnos a la cuestión, cabe recordar, como indicamos más arriba, que el centro espiritual que era Barcelona fue concebido como una colonia de Roma con la refundación tradicional efectuada por Augusto lo que se comprenderá ahora mejor si consideramos igualmente que ya Roma fue concebida como colonia de la ciudad Alba Longa, fundada por Ascanio, hijo de Eneas y cuyo nombre significa “ciudad blanca –albus- y alargada” –en referencia a la cima de la colina en donde se ubicó, como ciudad fundada bajo el rito etrusco-,  fundada al pie del monte Albano (“montaña blanca”) y junto al río Álbula (“rio blanco”), el actual Tíber (34). Así dice Guénon que: “A la designación de centros espirituales como ‘la isla blanca’ (...) hay que relacionar los nombres de lugares, regiones o ciudades que expresen igualmente la idea de blancura”(35).
Ya para acabar, en una descripción de la Bandera de santa Eulalia se dice que en el estandarte había pintado “un curioso tabernáculo, y en él una hermosísima santa Eulalia, con las armas de la ciudad bajo sus pies...”(36). Así pues, hasta el siglo XVII la barca fundada por Hércules, la del templo a Isis y el de Laia, y la del tabernaculum romano de Cibeles, es decir, la BARCA que fue Barcelona, y que seguramente en muchos sentidos ocultos a la fría mentalidad moderna todavía es, se conservó intacta y actualizada en santa Eulalia, la bien hablada patrona y heredera de la Ciudad de las Aves.

NOTAS:


16- Trad. J. Ortiz, Akal Ed., Madrid, 1987. 
17- Edward A. Roberts y Bárbara Pastor, op. cit., pp. 84-85
18- René Guénon, El Rey del Mundo, op. cit., cap. XI.
19- El río Segura, que desemboca cerca de Guardamar, forma una bárcena fértil que ofrece, además, refugio a las embarcaciones, lo que representa una orografía similar a la costa de Barcelona; este río era llamado en lengua íbera Tader o Taber. Avieno llama a este río Teodoro (“don de Dios”). De manera que el Mons Taber bien pudiera ser una toponímia de origen íbero pero sin duda afín a las lenguas semíticas, no en vano el alfabeto íbero ha sido descifrado con el auxilio del hebreo y otras lenguas semíticas arcaicas. Se ha sugerido, por otra parte, que no es sino en la época medieval cuando esta colina es conocida como Mons Taber, lo que podría ser exacto siempre y cuando se considere que en esa época se “institucionalizaron” muchos toponímicos antiguos. 
20- Mircea Elíade, op. cit., cap. X.
21- Dion Casio, Historia Romana, Libros I-XXXV, BCG 325, Gredos Ed., Madrid, 2001, Libro LIV, 23, 7.
22- Vitruvio, De Architectura, Libro III, II y III.
23- Véase Pablo Piferrer, op. cit., Apéndice II en donde se transcribe un Extracto de la memoria que el arquitecto D. Antonio Celles y Azcona, dirigió a la Real Junta de Comercio de Barcelona con el título de Memoria sobre el colosal templo de Hércules, y noticia de sus planos.
24- Víctor Balaguer, Op. cit. p. 148.
25- Plinio el viejo, Historia Natural, II, 22. Algunos sugieren que el hecho de ser una Colonia es porque ahí residían los veteranos de guerra ya jubilados; la realidad es bien otra: en la Colonia residían los magistrados o pontífices (pertenecientes a los Collegia Fabrorum) de los que todavía se conservan algunos nombres, oficiantes de los ritos y encargados de perpetuar la Tradición; La exención de impuestos se conservó en la Masonería medieval (Franc-Maçonnerie), organización iniciática heredera de los Collegia romanos.
26- La lápida original está en el Museu d’Historia de la Ciutat. La imagen se encuentra en De Barcino a Barcinona (Siglos I-VIII). Los restos arqueológicos de la plaza del Rey de Barcelona, publicación del Museo de Historia de la Ciudad, Instituto de Cultura, Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona, 2001.
27- Es muy curioso como todavía los organeros franceses llaman laye a una especie de caja que contiene el mecanismo y las válvulas del órgano y que constituye el depósito principal del aire comunicado por los fuelles. Dicha cámara insufla el aire a los tubos haciendo audibles los diferentes registros sonoros.
28- Ver A. Bailly, Dictionnaire Grec Français, Hachette Ed., París, 1995, p. 1166.
29- René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, Eudeba Ed., Buenos Aires, 1988, cap VII.
30- La terminación -tan es propia de la lengua púnica y persa, y significa “región”; ver Charles Romey, Historia de España, Barcelona, Impr. de A. Bergnes, 1839, Tom. I, Cap. 1. No nos hemos ocupado de la supuesta fundación de Barcelona por el general cartaginés Amílcar Barca pues nos extenderíamos demasiado; quizás sólo apuntar que la familia de los barquidas deben su nombre a barak, que se traduce por “rayo” pero, en realidad, el “rayo” es uno de los símbolos de la “influencia espiritual”; de ahí la barakoth hebrea o la barakah islámica. Es simbólica y realmente en el tabernaculum o BARCA o Santuario donde se recibe la barakah, lo que sin duda respondería ciertos interrogantes del porqué Amílcar visitó las ricas barcilonas.
31- B. Hernández Sanahuja, Resumen histórico-crítico de la ciudad de Tarragona desde su fundación hasta la época romana con una explicación de los fragmentos del sepulcro egipcio descubierto en 9 de marzo de 1850 por Buenaventura Hernández, Imprenta de José Antonio Nel·lo, Tarragona, 1855.
32- René Guénon, El Rey del Mundo, op. cit., Cap. IX
33- Víctor Balaguer, op. cit., p. 404.
34- Livio, Tito, Historia de Roma desde su fundación, Libros I-III, B.C.G., Madrid, 1997, Libro I. 
35- Guénon, René, El Rey del Mundo, op. cit, cap X.
36- Jaime Rebullosa, Relacion de las grandes fiestas que en esta ciudad de Barcelona se han echo à la canonizacion de su hijo San Ramon de Peñafort, Imprenta Iayme Cendrat, Barcelona, 1601.