Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

NOTA SOBRE EL NOMBRE DE ALLAH, por Manuel Plana

El nombre Allâh significa literalmente El Dios (en el sentido de Alabado, Adorado), el artículo se une aquí al nombre formando una sola palabra, es la contracción de al-illah. (1) Los maestros del Tasawwuf ven una distinción primordial entre estas dos palabras. Al (Él: Huwa) es apelativo de la esencia trascendente, incondicionada e inefable, el No-Ser divino, y Lâh el apelativo de la inmanencia creativa, conservadora y transformadora (respectivamente, Belleza-Jamâl, Misericordia-Rahman y Majestad-Jalâl) de un mismo Principio o Ser universal, la función de divinidad. Ambos aspectos, en realidad inseparables, trascendente e inmanente de lo mismo, se ponen en relación con el cero y la unidad metafísicos respectivamente.


El cero aritmético es la nada de cantidad, pero situado a la izquierda de un número lo subdivide y a la derecha lo multiplica, es decir, tiene un efecto directo sobre la cantidad a pesar de ser nada. El cero metafísico es también la nada pero solo de “cosas” y “conceptos” pues, en efecto, más allá de las “cosas” se cierne la totalidad ilimitada de la Posibilidad divina, todo aquello que no está determinado por ningún estado, número, nombre, forma, medida, definición, ni apariencia finita; no es “algo”,  sino que es y está en todo sin ser nada en particular, y es por ese mismo carácter incondicionado, precisamente, que solo se puede nombrar, es decir, conocer, negando lo que no es; cualquier afirmación directa no hace sino limitarlo. La nada no puede existir sin dejar de ser la nada. En efecto, a pesar de su exactitud axiomática, hablar de esto en términos numéricos incluye siempre el peligro de entender estas realidades en términos cuantitativos cuando de lo que se trata es, por cierto, de realidades eminentemente cualitativas, llamadas también espirituales por ser las primeras, las esenciales y más universales, de las que todas las demás dependen totalmente.
 
Toda existencia supone necesariamente la presencia o emergencia de “algo” que surge de la “nada”, o de una nada que se concretiza en algo; la mente humana no tiene más remedio que ceñirse a la dualidad que la conforma y la limita conceptualmente, es decir, “formalmente”, siempre ha de haber una causa y un efecto, un movimiento sucesivo.  No entiende que antes, mientras y después de polarizarse (en modo ilusorio, aparente), la realidad es una, simultánea, única e indivisible. Realmente la dualidad no existe sino en modo ilusorio, pues, su propia existencia supone la permanente unidad de ambos polos, pues toda su realidad la extraen de su mutua relación, separados dejan de existir ipso facto; de igual modo, sus papeles son siempre en relación al contrario-complementario, sin el cual los pierden. Más bien, existe la triunidad o el ternario, es decir, una unidad con dos aspectos principales. Ese “algo” (o mejor "no-algo") que sería espiritual, inmaterial, no puede ser ni más ni menos de y que “uno”; la nada tampoco puede ser más que “una”, ya sea por simple lógica (varias “nadas” no suman, aunque tampoco suma una, ¿o sí?), a pesar de que la propia noción de nada niegue conceptualmente esa unidad.  El cero, por lo tanto, es el uno inmanifiesto, y el uno es el cero afirmado o manifiesto; realmente, nada se crea ni se destruye, ni sale ni entra, ni va ni vuelve de ninguna parte, si no es la propia actividad no actuante del Uno sin segundo (el Hálito del Misericordioso, Ruh), que traducimos mentalmente como el paso “ilusorio” de la potencia al acto, de la nada al ser… y del ser a la nada.

La palabra individual significa indivisible, (como la palabra átomo griega) marcando el tope de lo que ya no puede manifestarse más en modo distintivo; y más allá del uno (por arriba o por abajo), dicen los cabalistas, “qué puedes tú contar”. El cero es sólo cero de manifestación en modo distintivo e inteligible (2), la no determinación ni expresión ad-extra absolutas, y también de una identidad personal. Por el contrario, es la “Vida” incondicionada e impersonal de todo lo posible, y la propia permanencia absoluta y eterna de todo lo que no se determina ni condiciona de ninguna manera y modo, además de la fuente inconmensurable de todo lo manifiesto. Es propiamente el No-Ser, lo incondicionado, lo “más” universal, el fondo infinito de la divinidad, la toda Posibilidad. Ese No-Él o No-Causa que llamamos Él (Huwa) por llamarlo de algún modo, es libre de nombres, atributos, cualidades y funciones; Dios o el Ser no es Él sino una función suya, la de ser Dios, que es el que da el ser.


No-Ser y Ser no se distinguen realmente sino por nuestras torpes facultades, de ningún modo en absoluto constituyen una primera dualidad, el dos va después del uno, no antes, y uno más cero es uno. Uno mismo incluye el conocimiento y el secreto de sí mismo, ni uno ni otro están “fuera” de Sí mismo.


Por el hecho de ser limitada y múltiple, la existencia implica una separación ilusoria entre el Principio inmutable e impersonal y el sí-mismo personal, entre un “ad-intra” y un “ad-extra”; la palabra existencia lo indica,  ex-estare, estar fuera de…. Pero si el Uno contiene en sí todos los números al ser su causa necesaria, así el Principio de Unidad  o Ser (o de “Yo soy El que soy”), contiene todas las posibilidades de manifestación y todos los modos de ser posibles. Es, pues Dios, Lâh. Pero el Absoluto no dual y sin par, el Sí mismo absoluto de ese Dios creador, conservador y transformador, no es la “función” de dios ni ninguna otra por universal que sea, sino la intimidad divina más secreta, el Secreto de los Secretos, donde Él es más Él, la Realidad de la Realidad, el Sí mismo del Ser, sin rastro de otra cosa que Él y que nadie más que Él puede conocer. La illâha illa hu,  o Huwâ, (No hay más dios que Él) es un modo de Dhickr relativo a la Shahadah que encierra el poder de todas esas nociones sobre el nombre Allâh, nombre de síntesis que contiene en sí todas las cualidades de los nombres, aspectos o atributos divinos. Quizá la trascripción más fiel en castellano de ese nombre sería, pues, Al-Lâh.


A propósito de esto, un  maestro anónimo del Tasawwuf citado por Sarrâj dice: “El Nombre supremo de Dios es Allâh.  En efecto, si se quita el alif queda LiLâh (“a Allâh”). Si se quita el primer lâm, queda La- (“a Él”), así pues, la indicación (Ishâra). Si se quita el segundo lâm, queda la (letra) . Por lo tanto, todos los secretos están contenidos en la , pues, su sentido es Huwa (“Él, el “Sí”). (3)



1.- En relación a esta etimología, algunos lingüistas no la consideran aceptable, pues, es extraña la pérdida de la hamza inicial de Illâh (la letra alif es consonante). Consideran que procede de la raíz semítica El (Huwa), que designa a la divinidad en estas familias linguísticas. En hebreo la raíz El es un nombre divino, como Elohim (plural), que también se integra a otros con el mismo sentido, Rafa-el, Migu’el, Gabri-el, etc… En arameo es Âllâhâ, que podría haberse transferido al árabe con la desaparición de la â final y el acortamiento de la â inicial por confusión con el artículo al.

2.- La no manifestación o el cero metafísico comprende lo ininteligible, pero no por ser ignorante, caótico o confuso, es decir, por privación, sino porque al no tener atisbo de dualidad es inaprensible por cualquier modo o instrumento de conocimiento dual. Allí donde hay conocimiento hay dualidad, o mejor, decíamos, triunidad, hay manifestación, hay sujeto, objeto y acto; en el No Ser  o No-Acto, todo conocimiento ha cumplido, ha llegado a su destino, el sujeto, el objeto y el acto se han fundido para desaparecer como cosas distintas, han entrado en la indistinción, y por lo tanto, en la paz de la no contradicción ni dualidad absolutas. Pero eso ya queda realizado en la unidad y es por lo que entre la unidad y el cero metafísicos solo existe una diferencia ilusoria; la propia Unidad es inmanifestada ella misma y manifestada en sus nombres, atributos, etc…el Absoluto o No-dualidad no es ni manifestado ni inmanifestado. Desde otro punto de vista podría decirse que lo inmanifestado conoce lo manifestado, como la retina del ojo, que carece de color, puede asumir la percepción de todos los colores.

3.- Citado por Denis Gril. Les illuminations de la Mecque (Al – Futûhât Al-Makkiyya) , en nota 101. Selección de textos.