Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

jueves, 4 de noviembre de 2010

NOTA SOBRE LA GRAFÍA DE LOS NÚMEROS ÁRABES, por Manuel Plana

Los números, como todos los lenguajes y códigos humanos primordiales, preexisten en el Intelecto divino ( y cósmico), es decir, en el Espíritu, al ser su propia irradiación, y nacen por revelación espontánea al estar incluidos en el propio ADN ontológico del ser humano (que no es sino una síntesis de ese Intelecto y una manifestación diferenciada de la unidad total indiferenciada), en el momento que necesita hacerlo. Como tales, son considerados una ciencia sagrada por excelencia, y en base a ellos y a sus diferentes lecturas (metafísica, ontológica, cosmológica, simbólica, conjetural, mercantil...) las sociedades antiguas y las tradicionales de todos los tiempos, han construido su civilización, su calendario ritual, sus ciudades y su orden interno.





En estas sociedades prevalece su sentido sagrado, es decir, cualitativo y no el cuantitativo que tan sólo se utiliza para el cálculo de magnitudes y transacciones comerciales. Es el sentido más universal de la unidad, la dualidad, la triunidad, el cuaternario, etc... el que se considera eminentemente y el que se erige como sagrado al representar las propias fuerzas organizadoras del universo en tanto “cosmos” diferenciado de un “caos” (*), los prototipos de toda manifestación cósmica, cíclica, natural y física, producto de una voluntad o unidad suprema, totalizante, que por ellos mismos manifiesta sus propias potencialidades: lo universal toma aparentemente forma particular. Si el número es el indicador de un ritmo vivo como el tiempo y los ciclos, no menos lo es de una proporción espacial, siendo la geometria el verdadero “cuerpo” del número.


El desarrollo anormal del aspecto “cifra” del número,  de su único aspecto cuantitativo, es propio exclusivamente de un mundo, o mejor mentalidad, en sumo grado materializada y degradada por el hecho mismo de haber olvidado por completo su valor espiritual, es decir, cualitativo.


La producción de los números a partir de la unidad tiene su paredro visual en el despliegue geométrico de las formas en el espacio a partir del punto, símbolo de la unidad y origen del mundo formal y visual, elemento paradójico por cierto, ya que un punto realmente no existe, es puramente virtual, y en cambio produce el espacio por su simple irradiación.  Al polarizarse, el punto crea la línea y con ella la primera dimensión espacial; la línea al desplazarse crea el plano, y con él la segunda dimensión, y éste, por lo mismo, crea el volumen o tercera dimensión.


Pero los números no progreden “fuera” de la unidad, pues, nada podria existir, ser o asociarse a la unidad, sino que resultan de su aparente división interna, “virtual” como la dualidad misma. Al reflejarse a sí misma (desdoblarse, polarizarse, conocerse, amarse, quererse, pensarse, mirarse o descubrirse, etc...), en sí misma y por sí misma, la unidad no produce sólo el número dos,  sino directamente el tres, que es el primer número propiamente hablando, ya que la unidad más la dualidad suman tres. La primera manifestación no es pues la unidad, en sí misma inmanifestada, ni tampoco la dualidad, cuya aparición no anula la unidad, sino tan solo se añade “virtualmente” a ella, sino el tres, con lo que tenemos el primer número, la primera experiencia inteligible, sólo posible por la presencia simultánea de una experiencia, un experimentador y una cosa experimentada.


La grafía de los números árabes que Occidente adoptó desde su contacto con el Islam y que se han normalizado en casi todos los paises del mundo, resulta de la transcripción geométrica de lo que ellos mismos simbolizan en su doble aspecto cuantitativo y cualitativo.


Una de las versiones más generalizadas hace que la grafía de cada número se deduzca de la secuencia creciente de ángulos a partir de la intersección de dos segmentos, del primer encuentro de dos líneas, es decir, de la primera conjunción de opuestos espaciales. La adición de la unidad a cada número crea su propia grafía geométrica, progrediendo hacia una forma, figura o signo que termina cerrándose sobre sí mismo, tal como el círculo del cero. El despliegue de la unidad en sus nueve dígitos se cierra o se completa en el número diez, que es el reencuentro consigo misma: 10 = 1 + 0 = 1

En los diez dígitos están comprimidas todas las posibilidades del cálculo y todos los nombres o numeraciones de todas las cosas, es decir, las esencias inteligibles de todas las cosas. La doctrina de los números sintetiza todas las doctrinas si se contemplan en tanto  abstracciones de realidades universales y no meras cantidades.

*.- En el mundo tradicional los números son los “númenes”, los dioses o aspectos diferenciados del Uno, sus Nombres, Atributos, Cualidades, etc... (ver los Séfiroth de la Càbala, palabra que significa numeraciones) los cuales nunca se han visto como independientes de ese Uno, lo cual degenera en el politeismo. La multitud de aspectos divinos de la Unidad no niega su unidad, antes bien la expresa.